Reservas anticipadas, saber qué buscadores utilizar para monitorear vuelos, elegir el alojamiento adecuado y vivir experiencias locales, son solo algunos consejos para sufrir lo menos posible la inversión de unas vacaciones.

Aprender a economizar en los gastos que implica un viaje y dedicar horas a la planificación y la investigación es lo que ha permitido a la trotamundos Mariel Galán recorrer el planeta durante años. Aquí explica cuáles son los métodos que le han sido más útiles para abaratar costes, desde el momento en el que elige la siguiente aventura hasta su regreso a casa.

Volar cuando sea más barato
Aunque no es un secreto, es necesario recordar que los precios de los boletos de avión dependen de la anticipación con la que se compren, la temporada en la que se viaje e incluso el día que se elija para partir. Mi primer consejo es usar metabuscadores, portales web que concentran en una sola página tarifas de billetes u hospedaje de diversos canales de distribución por internet. Lo ideal en estas plataformas es activar alertas de vuelos y comparar precios durante un cierto periodo de tiempo. Encuentro mucha efectividad en Skyscanner, Kayak, Momondo o el rastreador de precios de Google Flights. Algunos tienen la función de dar tarifas aéreas a la inversa, es decir, rastrear qué destinos tienen boletos a menor precio (eso sí, para aprovechar estas oportunidades se requiere flexibilidad).

Otra herramienta poderosa es una VPN (red privada virtual) con la que es posible entrar a los buscadores o páginas web de aerolíneas cambiando la ubicación de la conexión a internet. Esto es útil porque hay países desde los que es más barato comprar vuelos a determinados destinos debido a las promociones locales de las aerolíneas. Mi sugerencia de VPN es Surfshark: su navegación es intuitiva, tienen mensualidades a buen precio y se puede instalar en un móvil o en un ordenador.

Finalmente, no exceder el peso del equipaje y viajar ligero es crucial si se trata de ahorrar dinero y tiempo.

La elección del alojamiento es clave
El precio del hospedaje varía en función del destino, el tipo de sitio en el que uno se aloje, la temporada, la anticipación de la reserva y la zona en la que se ubique. Lo ideal es comparar varias OTA (Online Travel Agency) y plataformas de metabúsqueda para encontrar la mejor oferta. Dentro de mis favoritas se encuentran: Booking, Hoteles.com, Expedia, Hostelworld y Airbnb. Estas páginas tienen listas de alojamientos que filtran por precio, puntuaciones e incluso mapas de las ciudades que sirven para ubicar los costes de hospedaje por zonas.

Reservar en áreas céntricas o cercanas a una parada de transporte público ahorra dinero en traslados y, en algunos casos, permite llegar caminando a varios de los sitios más turísticos del destino; sin dejar a un lado la investigación previa que implica saber cuáles son los barrios más seguros para instalarse por unos días. Siguiendo esta regla fue cómo conseguí un amplio apartamento al lado del Panteón de Agripa, en Roma, por 100 euros la noche, o una amplia habitación en el corazón de Estrasburgo por 55 euros.

También hay formas de conseguir hospedaje gratuito o a precios muy bajos, haciendo voluntariado e intercambiando tu trabajo por un espacio para dormir. Esta opción se puede encontrar en páginas como Trustedhousesitters, en la que ofrecen alojamiento a cambio de cuidar de las mascotas del propietario, o Couchsurfing, una red que pone en contacto a viajeros que prestan una habitación o el sofá de su casa.

Mejor comida local
Aunque la gastronomía es uno de los grandes placeres de viajar, también supone gastos. Para que el ahorro sea representativo, lo mejor es visitar mercados, puestos locales y comer en zonas poco turísticas. Tengo muchas experiencias buenas con la comida callejera; nunca olvidaré el abundante plato de carne en su jugo que me vendieron por cuatro dólares en el Mercado Central de Florencia o el sushi que, aunque parezca imposible, disfruté por 10 yenes (menos de un euro) en un antiguo barrio de Tokio.

Otras pistas: al llegar a una ciudad voy a los supermercados para comprar snacks, frutas y agua (en caso de que la del grifo no sea potable para extranjeros), y en ocasiones busco quedarme en sitios que tengan cocina o un refrigerador pequeño. Aun así, mi sugerencia no es no ir nunca a un restaurante costoso. Al contrario, si quiere darse un lujo, solo encárguese de elegir un lugar con buenas referencias.

No gaste más de lo necesario en transporte
Primero, hablemos del traslado del aeropuerto al hospedaje, lo que implica una investigación previa para valorar opciones. En muchas ciudades, el transporte público se conecta con el aeropuerto principal y esta será la mejor alternativa, siempre y cuando uno no lleve exceso de equipaje o no tenga un horario nocturno de llegada.

La siguiente opción es saber si el aeropuerto permite la entrada de servicios de transporte por aplicaciones como Uber, Cabify o Lyft; usar estas apps es eficaz porque, por lo general, tienen mejores tarifas que los taxis convencionales. Para desplazarse en el destino, considere pases turísticos para el uso ilimitado del transporte público o compre billetes que incluyan varios traslados. En algunos casos, hay tarjetas que se utilizan para tener acceso al metro, tranvía y autobuses por una misma tarifa.

Además, la mejor forma de ahorrar dinero en transporte interno es caminando. El truco está en planear cada día y elegir actividades, sitios de interés y restaurantes que estén en una misma zona o en zonas cercanas entre ellas. Tengo una regla: si el lugar al que voy está a un máximo de 30 minutos caminando, prefiero llegar a pie. Y si en ese mismo viaje el plan es trasladarse a otra ciudad o país, es conveniente comparar precios entre los vuelos que ofrecen las aerolíneas locales (tomando en cuenta las de bajo coste), autobuses, trenes o coches de alquiler.

Actividades gratuitas
Es fundamental hacer una lista de las actividades o sitios gratuitos del destino. Planear rutas que incluyan plazas, monumentos, edificios históricos y parques de acceso libre. Por ejemplo, en París se puede visitar la basílica del Sagrado Corazón, sentarse a orillas del río Sena, admirar la Torre Eiffel y pasar la tarde en el jardín de las Tullerías sin pagar un solo euro.

Si se prefiere un recorrido guiado y no gastar demasiado, en muchos países existen empresas que ofrecen servicios de free tours y que trabajan bajo un esquema de cooperación voluntaria. Hay compañías que tienen esta modalidad, como Sandemans, Civitatis (que permite reservar) y Paraguas Rojos son algunas de ellas. No hay que olvidarse de preguntar si en el alojamiento tienen programas de actividades: de esta manera, yo tomé increíbles clases de vallenato en un hostal en Cartagena (Colombia).

Las experiencias locales también son básicas, a lo que se suma lo enriquecedor que puede ser relacionarse con gente nativa. Una de mis páginas preferidas para encontrarlas es Airbnb, porque tienen una larga lista de actividades como clases de cocina o baile, tardes con nuevos amigos o recorridos fotográficos. A través de mi reserva por esta web conocí a Óscar, un grafitero de São Paulo que me llevó a una pared de su barrio para hacer mi propio grafiti y me explicó más del arte urbano. De la misma forma, en Cuba tuve un encuentro con un grupo de maestros que me instruyeron para bailar salsa.

Por último, y no menos importante, es buena idea investigar si los museos o centros culturales que se quieren visitar tienen días de entrada gratuita, tarifas preferenciales por horario o descuentos para estudiantes o personas de la tercera edad, entre otros. Detrás del ahorro de un viaje no hay una fórmula mágica. Mucho se resume en el tiempo y esfuerzo que se invierta en la planificación de la próxima aventura.

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